miércoles, 27 de abril de 2011

Bruno Bimbi presenta en Santa Fe su libro "Matrimonio Igualitario"

El Grupo de Diversidad Sexual de la Juventud Socialista de Santa Fe invita a todo/as a la presentación del libro “Matrimonio Igualitario” Intrigas, tensiones y secretos en el camino hacia la Ley, del periodista Bruno Bimbi.


La actividad será el próximo jueves 28 de abril a las 18hs en el Bar “La posada del Viejo halcón” - San Jerónimo 3074- y contará con la presencia del periodista Bruno Bimbi, de Esteban Paulon, Presidente de la Federación Argentina LGBT, y el Diputado Nacional Miguel Barrios y Marta Fassino.



¿Quién es Bruno Bimbi?
Bruno Bimbi es periodista, profesor de portugués y estudiante de la maestría en letras de la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro. Trabajó en Pagina 12 y Critica de la Argentina, Tiempo Argentino y la Revista Imperio G, Veintitrés y Newsweek Argentina, entre otros medios. Es integrante de la Federación Argentina de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Trans. Actualmente vive en Brasil.


Lxs esperamxs a todxs!


Grupo de Diversidad Sexual - JS

diversidadps.santafe@gmail.com

miércoles, 20 de abril de 2011

La política según Alfredo Palacios (por Oscar J. Serrat*, Le Monde Diplomatique, Dic. 2004)

A los 26 años, Palacios se convirtió en el primer diputado socialista del continente americano, honor que se sumaba a los mu­chos otros que acumularía a 10 largo de una vida en la que dejó su particular impronta en la política, la Universidad, las luchas cívicas y en su compromiso inalterable con las cau­sas populares dentro y fuera de Argentina.

Palacios fue el pionero de la legisla­ción social argentina, autor de las primeras leyes dictadas en defensa del trabajador, de la mujer obrera y de la niñez. Desde la cáte­dra o el rectorado universitario, aplicó con ta­lento y convicción los principios de la Refor­ma Universitaria de 1918, que difundió dentro y fuera de Argentina. Estudioso de los pro­blemas sociales, que volcó en varios libros, algunos de sus trabajos de investigación me­recieron reconocimiento internacional.

Palacios fue uno de los primeros en plantear dentro de la izquierda argentina, co­mo tarea política prioritaria, la unidad lati­noamericana y el apoyo a las luchas que li­braban los pueblos hermanos del continente contra sus oligarquías nativas y la domina­ción imperialista estadounidense. El nicara­güense César Augusto Sandino y el portorriqueño Pedro Albizu Campos supieron de su activa solidaridad. En los últimos años de su vida asumió la firme defensa de la Re­volución Cubana.

Palacios fue también, durante toda su vida, un abogado dispuesto a asumir a cual­quier hora del día o de la noche la defensa de los detenidos políticos y de los presos so­ciales. Los derechos humanos y la vigen­cia irrestricta de las libertades públicas fueron siempre para él una cuestión de prin­cipios irrenunciable, que no admitía condi­cionamientos. Seguramente a esta postura principista obedeció su tajante rechazo del peronismo y de la figura del líder de este mo­vimiento. Palacios consideraba que Juan Do­mingo Perón estaba ubicado en las antípodas de sus principios éticos y de su concepción de la política.


Según sus propios dichos, Palacios lle­gó a las filas del Partido Socialista, fundado en 1896, más por influjo del Sermón de la Montaña, que de niño le leía su madre, ca­tólica devota, que por la frecuentación de los clásicos del socialismo. Siendo adolescen­te, sus primeras armas como orador social las hizo en un círculo de obreros católicos que dirigía un cura de apellido Grote, quien luego le recomendaría que se alejara, por sus ideas "demasiado avanzadas".

Palacios se hizo librepensador e ingre­só a la francmasonería, pero conservó siem­pre una fuerte admiración por la figura de Jesús -que no vacilaba en proclamar públi­camente, para inquietud y azoramiento de sus compañeros socialistas- como defensor de los humildes.

Esta procedencia cultural poco fre­cuente dentro de las filas socialistas de en­tonces, combinada con ciertas acendradas convicciones "caballerescas", como su creen­cia en la obligación moral de reparar el ho­nor mancillado mediante las armas, genera­ron algunas de las posteriores vicisitudes en la vida política de Palacios.

En 1915, siendo diputado nacional, Palacios fue expulsado de las filas socialis­tas debido a que violó los estatutos partida­rios al retar a duelo al legislador radical Ho­racio Oyhanarte, quien durante una sesión había tenido juicios despectivos hacia Juan B. Justo, principal figura de esa agrupación. Los reglamentos socialistas calificaban al duelo como "una costumbre inmoral para la educación del pueblo... practicada por las burguesías más atrasadas y corrompidas del mundo". Aprobada su separación partidaria por los afiliados socialistas, Palacios renun­ció a su banca de diputado y pronunció un discurso de despedida en la sesión del 2 de junio de 1915 que sacudió a sus colegas y arrancó una prolongada ovación del público que colmaba las galerías de la Cámara. "Una disidencia en materia de honor me separa del partido al que di los mejores años de mi vi­da y debo irme. Mi honor, señores diputa­dos, es mi dignidad exteriorizada en el conjunto de actos que forman mi conducta. y nada hay más subjetivo que la dignidad: no he de discutirla", expresó Palacios. Los diarios de la época refieren que al salir del Congreso, Palacios fue recibido por una mul­titud de más de 20.000 personas, reunida pa­ra expresarle su admiración y solidaridad.

Palacios se reincorporaría al Partido Socialista recién 15 años más tarde, "para combatir por la libertad", poco después del golpe militar del 6 de septiembre de 1930, que denunció en solitario al día siguiente de aquella fatídica jornada. En su condición de Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires dictó una resolu­ción desconociendo la legitimidad del go­bierno de Jacto presidido por el general José Félix Uriburu. Palacios había anticipado po­cos días antes su decisión, mediante un men­saje a los estudiantes, mayoritariamente en­frentados con el gobierno de Hipólito Yrigoyen. "Es en efecto un gobierno inepto el de nuestro país, pero la juventud debe fis­calizar celosamente a la oposición que no siempre es digna y detrás de la cual se aga­zapa el Ejército (...) La juventud no podría honrosamente llamarse así si permitiera, sin que la masacren, que gobernara el país una dictadura militar", advertía.

La primera diputación de Palacios (1904-1908) se singularizó por su febril ac­tividad y por sus planteos sobre temas nove­dosos para un Poder Legislativo que había vivido hasta entonces en un ambiente ado­cenado, dominado por los distintos mati­ces del conservadurismo. Palacios dio de en­trada una pauta, al negarse a jurar por Dios y los Santos Evangelios y al emplear en sus discursos términos no escuchados antes en los recintos parlamentarios, como "pro­letariado", "clase obrera", "burguesía" y "ex­plotación capitalista".

El solitario diputado socialista presen­tó 15 proyectos, de los cuales se convirtie­ron en leyes el impuesto progresivo a las he­rencias, donaciones y legados; el descanso dominical de los asalariados; la prohibición de instalar en los conventillos obreros medi­dores para el cobro del impuesto al agua co­rriente; la exoneración del pago de paten­tes a las cooperativas de trabajadores, la represión de la trata de blancas y la protec­ción en el trabajo de las mujeres y menores.

Entre los proyectos de Palacios que no obtuvieron sanción, figuraron la derogación de la Ley de Residencia, que facultaba al go­bierno a expulsar a "extranjeros indeseables", utilizada fundamentalmente contra el movi­miento obrero; quitar a la policía jurisdicción en materia de faltas y contravenciones; el es­tablecimiento de la jornada laboral de ocho horas; la abolición de la pena de muerte; el establecimiento del divorcio vincular; el otor­gamiento de derechos civiles plenos alas mu­jeres y la responsabilidad de los patronos en los accidentes de trabajo.


Palacios estuvo fuera del Congreso durante cuatro años, hasta que en 1912, con motivo de la primera aplicación de la Ley Sáenz Peña, ocupó nuevamente una banca por la Capital Federal, pero esta vez acom­pañado por Juan B. Justo. En su segundo pe­riodo legislativo, Palacios consiguió que se convirtieran en leyes la extensión del des­canso dominical a los entonces Territorios Nacionales; el amparo a los menores aban­donados; la represión de la trata de blan­cas y la creación de agencias gratuitas de colocaciones.

Después de renunciar en 1915, Pala­cios recién retornaría al Congreso en 1932, pero esta vez como senador. Ocupó esa ban­ca hasta que el Congreso fue disuelto por el golpe de Estado del 4 de junio de 1943.

La "Década Infame"

En los años treinta, a las permanentes preocupaciones de Palacios por la situación social y la condición de los trabajadores, que abordaría durante un recordado viaje por las empobrecidas provincias del norte en 1937, se sumaron candentes temas políticos. Es que el golpe conservador de 1930 había de­sencadenado una sensible regresión insti­tucional con el retorno del fraude electoral, la violencia contra el movimiento obrero y la creciente influencia que sobre la derecha gobernante ejercían los fenómenos totali­tarios europeos del fascismo, el nazismo y el falangismo.

Palacios, que había sido encarcelado junto con otros dirigentes socialistas por el gobierno de facto, dedicó buena parte de su tarea legislativa a criticar los desbordes an­tidemocráticos y las prácticas represivas que continuaron bajo el gobierno de Agustín P. Justo, elegido en comicios fraudulentos.

En 1936 Palacios y el demócrata pro­gresista Lisandro de la Torre demolieron e hicieron abortar en el Senado un proyecto de ley de represión del comunismo pre­sentado por el conservador Matías Sánchez Sorondo, quien había sido mínistro del In­terior en la dictadura de Uriburu. Palacios fue también el primero en plantear en el Se­nado la necesidad de ratificar los derechos soberanos sobre las islas Malvinas. La Ley 11.904, sancionada por su iniciativa en 1934, dispuso la realización de una per­manente campaña cívica, especialmente en las escuelas, para mantener vivo en el pue­blo argentino la conciencia de que existe un territorio nacional irredento.

La actividad legislativa de Palacios, interrumpida en 1943, se reanudaría tras el derrocamiento del gobierno peronista, en la Convención Constituyente de 1957, que que­daría sin quórum a poco de comenzar, no sin antes haber incorporado al Artículo 14 de la Constitución los "derechos sociales" por los que tanto había bregado el líder socialista. Palacios volvió al Senado en 1961, en tiem­pos de la proscripción del peronismo, impul­sado por una fuerte corriente juvenil que pal­pitaba al ritmo de la Revolución Cubana. Pero el derrocamiento del presidente Artu­ro Frondizi un año más tarde interrumpiria nuevamente su mandato. .

La última actividad legislativa de Palacios, su tercer período en la Cámara de Diputados, iniciado en 1963, concluyó con su muerte el 20 de abril de 1965.

Los tres lustras en que Palacios, a par­tir de 1915, estuvo apartado de la actividad política partidaria y legislativa fueron segu­ramente la etapa más fecunda de su labor docente y académica en la Universidad Re­conocido corno el iniciador de la legislación del trabajo, que él bautizó corno "el nuevo Derecho", título de uno de sus libros, Pala­cios condujo desde su cátedra de Legisla­ción Industrial en la Facultad de Ciencias Económicas una memorable investigación sobre el impacto de la explotación laboral sobre la salud de los trabajadores. Sus con­clusiones fueron recopiladas en su obra La fatiga y sus proyecciones sociales, que recibió en 1923 el Premio Nacional a la Pro­ducción Científica y fue elogiada por Al­bert Thomas, primer director de la Orga­nización Internacional del Trabajo, creada por el Tratado de Versalles después de la Primera Guerra Mundial.

Palacios fue catedrático de las Facul­tades de Derecho y de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. En 1923, los claustros de la Facultad de Ciencias Ju­rídicas y Sociales de la Universidad de La Plata lo designaron Decano. En julio de 1930 fue nombrado Decano de la Facultad de De­recho de Buenos Aires, cargo que ocuparía apenas seis semanas, pues fue removido por el golpe militar del 6 de septiembre. Trece años más tarde otro golpe de Estado, el del 4 de junio de 1943, lo separaría de la Presi­dencia de la Universidad de La Plata, para la que había sido elegido un año antes.

La Unión latinoamericana

La actividad docente y académica de Pala­cios estuvo siempre acompañada por su permanente prédica en favor de los postu­lados renovadores de la Reforma Univer­sitaria. El reconocimiento a su labor le lle­gó desde dentro y fuera del país. La Federación Universitaria Argentina lo con­sideraba uno de los suyos y un paladín de la Reforma. La Federación de Estudian­tes del Perú lo calificó de "eminente cate­drático" y le tributó un homenaje en 1919 en el Teatro Municipal de Lima.

El 25 de noviembre de 1924 Palacios lanzó su famoso "Mensaje a la juventud ibe­roamericana", basado en cuatro propues­tas fundamentales: renovación educativa, so­lidaridad con el alma del pueblo, elaboración de una cultura nueva y federación de los pue­blos iberoamericanos. En respuesta a su mensaje, el Primer Congreso Iberoamerica­no de Estudiantes, reunido en enero de 1925 en México, declara a Palacios "Maestro de la Juventud", junto a José Vasconcelos, Mi­guel de Unamuno, José Ingenieros, Enrique José Varona y José Martí.

Por iniciativa de José Ingenieros, y so­bre la base del mensaje de Palacios, se cons­tituyó en marzo de 1925 la Unión Latinoa­mericana, para bregar por principios que hoy conservan rigurosa actualidad. Propugnaba la "solidaridad po­lítica de los pueblos latinoamericanos" y po­siciones comunes en temas de política inter­nacional; el repudio al "panamericanismo oficial" alentado por Estados Unidos y la so­lución pacífica y arbitral de los conflictos entre las naciones latinoamericanas y la "opo­sición a toda política financiera que compro­meta la soberanía nacional y en particular a la contratación de empréstitos que consien­tan o justifiquen la intervención coercitiva de Estados capitalistas extranjeros".

La Unión Latinoamericana reclama­ba también "la nacionalización de las fuen­tes de riqueza y la abolición del privilegio económico", la "lucha contra la influencia de la Iglesia en la vida pública y educacio­nal" y "la extensión de la enseñanza gratui­ta, laica y obligatoria y reforma universitaria integral". Palacios fue nombrado presidente de la Unión Latinoamericana (UL) y Carlos Sánchez Viamonte vicepresidente.

A partir de entonces la UL haría nu­merosos pronunciamientos con motivo de actos de prepotencia y agresión cometidos contra naciones del hemisferio. Entre ellos merecen recordarse la solidaridad con Mé­xico (1925) ante la intromisión del Depar­tamento de Estado estadounidense; el repu­dio a los gobiernos de Panamá y Nicaragua que habían solicitado la intervención esta­dounidense en sus territorios y la solidari­dad con el pueblo de Cuba, condenando la infamante "Enmienda Platt" impuesta por Washington, que otorgaba a Estados Uni­dos el derecho de intervenir en los asuntos internos de la isla.

El peronismo

Para el Partido Socialista tanto como para el resto de la denominada "izquierda tradi­cional" el surgimiento de Juan Domingo Pe­rón y del movimiento político-social que lle­va su nombre constituyó un profundo trauma político del que todavía no han podido repo­nerse. La nueva fuerza política, organizada desde el Estado pero con innegable inser­ción popular, arrebató a la izquierda algunas de sus banderas y la desplazó del favor mayoritario de la clase trabajadora.

Con gran lucidez Alicia Moreau de Justo, compañera de luchas y de militancia de Palacios, escribió que si bien buena par­te de las leyes y beneficios sociales otorga­dos por Perón eran copiados de proyectos socialistas, "la verdad es que -demagogia o no, aparte-la legislación laboral se ponía en práctica; las leyes dictadas por los viejos lí­deres socialistas se hacían cumplir y se iban agregando otras nuevas".

Para Palacios, en cambio, tanto el go­bierno peronista instaurado en junio de 1946 como el régimen militar que 10 precedió fue­ron fenómenos autoritarios, liberticidas y conculcadores de principios éticos y de prác­ticas políticas que consideraba inseparables de su concepción del socialismo. Las fla­grantes violaciones a las libertades demo­cráticas y los abusos de poder en que incu­rrió el gobierno de Perón, clausurando la prensa opositora (el órgano socialista La Vanguardia incluido) e impidiendo el acce­so de sus adversarios a la radiotelefonía, úni­co medio masivo de comunicación de en­tonces, obraron como galvanizadores del sentimiento opositor.

A poco de asumir Perón el gobier­no, sus legisladores promovieron el juicio político contra la Corte Suprema de Justi­cia, acusándola de haber convalidado dos gobiernos de facto, en 1930 y 1943, a pesar de que en este último caso se trataba del ré­gimen militar de cuyo seno había surgido el Presidente. Palacios asumió la defensa del presidente de la Corte, Antonio Sagarna, pe­ro no pudo dar lectura a su alegato ante el tribunal del Senado, ya que se le impidió in­gresar al recinto. "No hay precedente en el país ni en todo el mundo civilizado que autorice a este Tribunal a mantener en la ba­rra a los defensores. Si eso ocurre ahora es porque los jueces son enemigos de los acusados, y en este caso no hay tribunal ni hay justicia", bramó Palacios.
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El Senado destituyó a cinco de los seis magistrados. Se salvó únicamente To­más Casares, estrechamente ligado a la je­rarquía de la Iglesia Católica. Palacios, jun­to con otros dirigentes partidarios, fue detenido en dos oportunidades, la última, en 1953, durante varios meses, alojado en la desaparecida Penitenciaría Nacional. Cuando el presidente Perón hizo un lla­mado a la "conciliación nacional" en ju­nio de 1955, luego del bárbaro bombardeo a Plaza de Mayo, permitió que Arturo Fron­dizi, máximo líder radical de entonces, trans­mitiera un mensaje por radio. Pero en cam­bio no autorizó a Palacios a hablar en nombre de su partido. Luego del derrocamiento de Perón en septiembre de 1955, el presidente de facto general Eduardo Lonardi designó a Palacios embajador en Uruguay, país que se había ga­nado el afecto de los antiperonistas al brin­dar asilo político a numerosos dirigentes de la oposición... El propio líder socialista se había refugiado en Montevideo en 1944, durante la dictadura militar que precedió al gobierno peronista.

Palacios fue recibido con honores es­peciales por el gobierno colegiado que en­tonces imperaba en Uruguay. Una multitud le dio la bienvenida en el puerto montevi­deano, adonde llegó a bordo de una nave de guerra argentina.

Este nombramiento de Palacios re­cibiría más tarde críticas de quienes consi­deraron su aceptación como una prueba del "gorilismo" de que acusaban al veterano di­rigente. Pero es necesario tomar en cuenta el tenso clima político reinante en 1955, con casi la mitad del país ubicada en una dura oposición a Perón. El gesto de Palacios fue solamente el reflejo de semejante situa­ción y del firme apoyo que había brindado, su partido al derrocamiento de Perón.

No hubo aspectos destacables du­rante la embajada de Palacios, cuya perso­nalidad no se adecuaba para nada con los usos y normas de la diplomacia. Siguiendo una práctica austera de toda su vida, Pala­cios devolvió a la Cancillería el importe no gastado de sus sueldos de embajador. Siem­pre había depositado en la tesorería de su partido el 50% de sus dietas de legislador, como mandaban los reglamentos socialis­tas. También había donado invariablemen­te los sueldos que le correspondieron por sus cátedras y cargos universitarios.

En el último tramo de su vida, que con­cluyó el 20 de abril de 1965, a los 86 años, Palacios debió apurar el trago amargo de la división del Partido Socialista en 1958, po­co después de haber sido el candidato presi­dencial de su agrupación, en los comicios en que triunfó Arturo Frondizi. Palacios se ubi­có en la fracción de izquierda, con amplia mayoría juvenil, que pasó a denominarse Par­tido Socialista Argentino. En la vereda opues­ta, en el Partido Socialista Democrático, que­daron algunos de sus compañeros de toda la vida, como Nicolás Repetto.

Al despedir sus restos en el Congre­so, en nombre del presidente Arturo Illia, el ministro del Interior Juan Palmero lo definió como "un fiscal de la República, abogado de toda buena causa, defensor de los sedientos de justicia, los perseguidos, de los humildes. Muere en una austeridad que es casi pobre­za, pero acuna en esta instancia de su tránsi­to, la riqueza que pocas veces conocen los poderosos: el afecto de todo un pueblo y la admiración de millones de compatriotas".


En homenaje a Palacios bien podría, reproducirse una frase de su admirado José Martí: "La muerte no es verdad, cuando se ha cumplido bien la obra de la vida".


Bibliografía:
La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista. Alfredo Palacios, entre el davel y la espada,
de Víctor O. Garcia Costa.
Qué es el Socialismo en la Argentina, de Alicia Moreau de Justo.


* PERIODISTA