A los 26 años, Palacios se convirtió en el primer diputado socialista del continente americano, honor que se sumaba a los muchos otros que acumularía a 10 largo de una vida en la que dejó su particular impronta en la política, la Universidad, las luchas cívicas y en su compromiso inalterable con las causas populares dentro y fuera de Argentina.
Palacios fue el pionero de la legislación social argentina, autor de las primeras leyes dictadas en defensa del trabajador, de la mujer obrera y de la niñez. Desde la cátedra o el rectorado universitario, aplicó con talento y convicción los principios de la Reforma Universitaria de 1918, que difundió dentro y fuera de Argentina. Estudioso de los problemas sociales, que volcó en varios libros, algunos de sus trabajos de investigación merecieron reconocimiento internacional.
Palacios fue uno de los primeros en plantear dentro de la izquierda argentina, como tarea política prioritaria, la unidad latinoamericana y el apoyo a las luchas que libraban los pueblos hermanos del continente contra sus oligarquías nativas y la dominación imperialista estadounidense. El nicaragüense César Augusto Sandino y el portorriqueño Pedro Albizu Campos supieron de su activa solidaridad. En los últimos años de su vida asumió la firme defensa de la Revolución Cubana.
Palacios fue también, durante toda su vida, un abogado dispuesto a asumir a cualquier hora del día o de la noche la defensa de los detenidos políticos y de los presos sociales. Los derechos humanos y la vigencia irrestricta de las libertades públicas fueron siempre para él una cuestión de principios irrenunciable, que no admitía condicionamientos. Seguramente a esta postura principista obedeció su tajante rechazo del peronismo y de la figura del líder de este movimiento. Palacios consideraba que Juan Domingo Perón estaba ubicado en las antípodas de sus principios éticos y de su concepción de la política.
Palacios fue el pionero de la legislación social argentina, autor de las primeras leyes dictadas en defensa del trabajador, de la mujer obrera y de la niñez. Desde la cátedra o el rectorado universitario, aplicó con talento y convicción los principios de la Reforma Universitaria de 1918, que difundió dentro y fuera de Argentina. Estudioso de los problemas sociales, que volcó en varios libros, algunos de sus trabajos de investigación merecieron reconocimiento internacional.
Palacios fue uno de los primeros en plantear dentro de la izquierda argentina, como tarea política prioritaria, la unidad latinoamericana y el apoyo a las luchas que libraban los pueblos hermanos del continente contra sus oligarquías nativas y la dominación imperialista estadounidense. El nicaragüense César Augusto Sandino y el portorriqueño Pedro Albizu Campos supieron de su activa solidaridad. En los últimos años de su vida asumió la firme defensa de la Revolución Cubana.
Palacios fue también, durante toda su vida, un abogado dispuesto a asumir a cualquier hora del día o de la noche la defensa de los detenidos políticos y de los presos sociales. Los derechos humanos y la vigencia irrestricta de las libertades públicas fueron siempre para él una cuestión de principios irrenunciable, que no admitía condicionamientos. Seguramente a esta postura principista obedeció su tajante rechazo del peronismo y de la figura del líder de este movimiento. Palacios consideraba que Juan Domingo Perón estaba ubicado en las antípodas de sus principios éticos y de su concepción de la política.
Según sus propios dichos, Palacios llegó a las filas del Partido Socialista, fundado en 1896, más por influjo del Sermón de la Montaña, que de niño le leía su madre, católica devota, que por la frecuentación de los clásicos del socialismo. Siendo adolescente, sus primeras armas como orador social las hizo en un círculo de obreros católicos que dirigía un cura de apellido Grote, quien luego le recomendaría que se alejara, por sus ideas "demasiado avanzadas".
Palacios se hizo librepensador e ingresó a la francmasonería, pero conservó siempre una fuerte admiración por la figura de Jesús -que no vacilaba en proclamar públicamente, para inquietud y azoramiento de sus compañeros socialistas- como defensor de los humildes.
Esta procedencia cultural poco frecuente dentro de las filas socialistas de entonces, combinada con ciertas acendradas convicciones "caballerescas", como su creencia en la obligación moral de reparar el honor mancillado mediante las armas, generaron algunas de las posteriores vicisitudes en la vida política de Palacios.
En 1915, siendo diputado nacional, Palacios fue expulsado de las filas socialistas debido a que violó los estatutos partidarios al retar a duelo al legislador radical Horacio Oyhanarte, quien durante una sesión había tenido juicios despectivos hacia Juan B. Justo, principal figura de esa agrupación. Los reglamentos socialistas calificaban al duelo como "una costumbre inmoral para la educación del pueblo... practicada por las burguesías más atrasadas y corrompidas del mundo". Aprobada su separación partidaria por los afiliados socialistas, Palacios renunció a su banca de diputado y pronunció un discurso de despedida en la sesión del 2 de junio de 1915 que sacudió a sus colegas y arrancó una prolongada ovación del público que colmaba las galerías de la Cámara. "Una disidencia en materia de honor me separa del partido al que di los mejores años de mi vida y debo irme. Mi honor, señores diputados, es mi dignidad exteriorizada en el conjunto de actos que forman mi conducta. y nada hay más subjetivo que la dignidad: no he de discutirla", expresó Palacios. Los diarios de la época refieren que al salir del Congreso, Palacios fue recibido por una multitud de más de 20.000 personas, reunida para expresarle su admiración y solidaridad.
Palacios se reincorporaría al Partido Socialista recién 15 años más tarde, "para combatir por la libertad", poco después del golpe militar del 6 de septiembre de 1930, que denunció en solitario al día siguiente de aquella fatídica jornada. En su condición de Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires dictó una resolución desconociendo la legitimidad del gobierno de Jacto presidido por el general José Félix Uriburu. Palacios había anticipado pocos días antes su decisión, mediante un mensaje a los estudiantes, mayoritariamente enfrentados con el gobierno de Hipólito Yrigoyen. "Es en efecto un gobierno inepto el de nuestro país, pero la juventud debe fiscalizar celosamente a la oposición que no siempre es digna y detrás de la cual se agazapa el Ejército (...) La juventud no podría honrosamente llamarse así si permitiera, sin que la masacren, que gobernara el país una dictadura militar", advertía.
La primera diputación de Palacios (1904-1908) se singularizó por su febril actividad y por sus planteos sobre temas novedosos para un Poder Legislativo que había vivido hasta entonces en un ambiente adocenado, dominado por los distintos matices del conservadurismo. Palacios dio de entrada una pauta, al negarse a jurar por Dios y los Santos Evangelios y al emplear en sus discursos términos no escuchados antes en los recintos parlamentarios, como "proletariado", "clase obrera", "burguesía" y "explotación capitalista".
El solitario diputado socialista presentó 15 proyectos, de los cuales se convirtieron en leyes el impuesto progresivo a las herencias, donaciones y legados; el descanso dominical de los asalariados; la prohibición de instalar en los conventillos obreros medidores para el cobro del impuesto al agua corriente; la exoneración del pago de patentes a las cooperativas de trabajadores, la represión de la trata de blancas y la protección en el trabajo de las mujeres y menores.
Entre los proyectos de Palacios que no obtuvieron sanción, figuraron la derogación de la Ley de Residencia, que facultaba al gobierno a expulsar a "extranjeros indeseables", utilizada fundamentalmente contra el movimiento obrero; quitar a la policía jurisdicción en materia de faltas y contravenciones; el establecimiento de la jornada laboral de ocho horas; la abolición de la pena de muerte; el establecimiento del divorcio vincular; el otorgamiento de derechos civiles plenos alas mujeres y la responsabilidad de los patronos en los accidentes de trabajo.
Palacios estuvo fuera del Congreso durante cuatro años, hasta que en 1912, con motivo de la primera aplicación de la Ley Sáenz Peña, ocupó nuevamente una banca por la Capital Federal, pero esta vez acompañado por Juan B. Justo. En su segundo periodo legislativo, Palacios consiguió que se convirtieran en leyes la extensión del descanso dominical a los entonces Territorios Nacionales; el amparo a los menores abandonados; la represión de la trata de blancas y la creación de agencias gratuitas de colocaciones.
Después de renunciar en 1915, Palacios recién retornaría al Congreso en 1932, pero esta vez como senador. Ocupó esa banca hasta que el Congreso fue disuelto por el golpe de Estado del 4 de junio de 1943.
La "Década Infame"
En los años treinta, a las permanentes preocupaciones de Palacios por la situación social y la condición de los trabajadores, que abordaría durante un recordado viaje por las empobrecidas provincias del norte en 1937, se sumaron candentes temas políticos. Es que el golpe conservador de 1930 había desencadenado una sensible regresión institucional con el retorno del fraude electoral, la violencia contra el movimiento obrero y la creciente influencia que sobre la derecha gobernante ejercían los fenómenos totalitarios europeos del fascismo, el nazismo y el falangismo.
Palacios, que había sido encarcelado junto con otros dirigentes socialistas por el gobierno de facto, dedicó buena parte de su tarea legislativa a criticar los desbordes antidemocráticos y las prácticas represivas que continuaron bajo el gobierno de Agustín P. Justo, elegido en comicios fraudulentos.
En 1936 Palacios y el demócrata progresista Lisandro de la Torre demolieron e hicieron abortar en el Senado un proyecto de ley de represión del comunismo presentado por el conservador Matías Sánchez Sorondo, quien había sido mínistro del Interior en la dictadura de Uriburu. Palacios fue también el primero en plantear en el Senado la necesidad de ratificar los derechos soberanos sobre las islas Malvinas. La Ley 11.904, sancionada por su iniciativa en 1934, dispuso la realización de una permanente campaña cívica, especialmente en las escuelas, para mantener vivo en el pueblo argentino la conciencia de que existe un territorio nacional irredento.
La actividad legislativa de Palacios, interrumpida en 1943, se reanudaría tras el derrocamiento del gobierno peronista, en la Convención Constituyente de 1957, que quedaría sin quórum a poco de comenzar, no sin antes haber incorporado al Artículo 14 de la Constitución los "derechos sociales" por los que tanto había bregado el líder socialista. Palacios volvió al Senado en 1961, en tiempos de la proscripción del peronismo, impulsado por una fuerte corriente juvenil que palpitaba al ritmo de la Revolución Cubana. Pero el derrocamiento del presidente Arturo Frondizi un año más tarde interrumpiria nuevamente su mandato. .
La última actividad legislativa de Palacios, su tercer período en la Cámara de Diputados, iniciado en 1963, concluyó con su muerte el 20 de abril de 1965.
Los tres lustras en que Palacios, a partir de 1915, estuvo apartado de la actividad política partidaria y legislativa fueron seguramente la etapa más fecunda de su labor docente y académica en la Universidad Reconocido corno el iniciador de la legislación del trabajo, que él bautizó corno "el nuevo Derecho", título de uno de sus libros, Palacios condujo desde su cátedra de Legislación Industrial en la Facultad de Ciencias Económicas una memorable investigación sobre el impacto de la explotación laboral sobre la salud de los trabajadores. Sus conclusiones fueron recopiladas en su obra La fatiga y sus proyecciones sociales, que recibió en 1923 el Premio Nacional a la Producción Científica y fue elogiada por Albert Thomas, primer director de la Organización Internacional del Trabajo, creada por el Tratado de Versalles después de la Primera Guerra Mundial.
Palacios fue catedrático de las Facultades de Derecho y de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. En 1923, los claustros de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de La Plata lo designaron Decano. En julio de 1930 fue nombrado Decano de la Facultad de Derecho de Buenos Aires, cargo que ocuparía apenas seis semanas, pues fue removido por el golpe militar del 6 de septiembre. Trece años más tarde otro golpe de Estado, el del 4 de junio de 1943, lo separaría de la Presidencia de la Universidad de La Plata, para la que había sido elegido un año antes.
La Unión latinoamericana
La actividad docente y académica de Palacios estuvo siempre acompañada por su permanente prédica en favor de los postulados renovadores de la Reforma Universitaria. El reconocimiento a su labor le llegó desde dentro y fuera del país. La Federación Universitaria Argentina lo consideraba uno de los suyos y un paladín de la Reforma. La Federación de Estudiantes del Perú lo calificó de "eminente catedrático" y le tributó un homenaje en 1919 en el Teatro Municipal de Lima.
El 25 de noviembre de 1924 Palacios lanzó su famoso "Mensaje a la juventud iberoamericana", basado en cuatro propuestas fundamentales: renovación educativa, solidaridad con el alma del pueblo, elaboración de una cultura nueva y federación de los pueblos iberoamericanos. En respuesta a su mensaje, el Primer Congreso Iberoamericano de Estudiantes, reunido en enero de 1925 en México, declara a Palacios "Maestro de la Juventud", junto a José Vasconcelos, Miguel de Unamuno, José Ingenieros, Enrique José Varona y José Martí.
Por iniciativa de José Ingenieros, y sobre la base del mensaje de Palacios, se constituyó en marzo de 1925 la Unión Latinoamericana, para bregar por principios que hoy conservan rigurosa actualidad. Propugnaba la "solidaridad política de los pueblos latinoamericanos" y posiciones comunes en temas de política internacional; el repudio al "panamericanismo oficial" alentado por Estados Unidos y la solución pacífica y arbitral de los conflictos entre las naciones latinoamericanas y la "oposición a toda política financiera que comprometa la soberanía nacional y en particular a la contratación de empréstitos que consientan o justifiquen la intervención coercitiva de Estados capitalistas extranjeros".
La Unión Latinoamericana reclamaba también "la nacionalización de las fuentes de riqueza y la abolición del privilegio económico", la "lucha contra la influencia de la Iglesia en la vida pública y educacional" y "la extensión de la enseñanza gratuita, laica y obligatoria y reforma universitaria integral". Palacios fue nombrado presidente de la Unión Latinoamericana (UL) y Carlos Sánchez Viamonte vicepresidente.
A partir de entonces la UL haría numerosos pronunciamientos con motivo de actos de prepotencia y agresión cometidos contra naciones del hemisferio. Entre ellos merecen recordarse la solidaridad con México (1925) ante la intromisión del Departamento de Estado estadounidense; el repudio a los gobiernos de Panamá y Nicaragua que habían solicitado la intervención estadounidense en sus territorios y la solidaridad con el pueblo de Cuba, condenando la infamante "Enmienda Platt" impuesta por Washington, que otorgaba a Estados Unidos el derecho de intervenir en los asuntos internos de la isla.
El peronismo
Para el Partido Socialista tanto como para el resto de la denominada "izquierda tradicional" el surgimiento de Juan Domingo Perón y del movimiento político-social que lleva su nombre constituyó un profundo trauma político del que todavía no han podido reponerse. La nueva fuerza política, organizada desde el Estado pero con innegable inserción popular, arrebató a la izquierda algunas de sus banderas y la desplazó del favor mayoritario de la clase trabajadora.
Con gran lucidez Alicia Moreau de Justo, compañera de luchas y de militancia de Palacios, escribió que si bien buena parte de las leyes y beneficios sociales otorgados por Perón eran copiados de proyectos socialistas, "la verdad es que -demagogia o no, aparte-la legislación laboral se ponía en práctica; las leyes dictadas por los viejos líderes socialistas se hacían cumplir y se iban agregando otras nuevas".
Para Palacios, en cambio, tanto el gobierno peronista instaurado en junio de 1946 como el régimen militar que 10 precedió fueron fenómenos autoritarios, liberticidas y conculcadores de principios éticos y de prácticas políticas que consideraba inseparables de su concepción del socialismo. Las flagrantes violaciones a las libertades democráticas y los abusos de poder en que incurrió el gobierno de Perón, clausurando la prensa opositora (el órgano socialista La Vanguardia incluido) e impidiendo el acceso de sus adversarios a la radiotelefonía, único medio masivo de comunicación de entonces, obraron como galvanizadores del sentimiento opositor.
A poco de asumir Perón el gobierno, sus legisladores promovieron el juicio político contra la Corte Suprema de Justicia, acusándola de haber convalidado dos gobiernos de facto, en 1930 y 1943, a pesar de que en este último caso se trataba del régimen militar de cuyo seno había surgido el Presidente. Palacios asumió la defensa del presidente de la Corte, Antonio Sagarna, pero no pudo dar lectura a su alegato ante el tribunal del Senado, ya que se le impidió ingresar al recinto. "No hay precedente en el país ni en todo el mundo civilizado que autorice a este Tribunal a mantener en la barra a los defensores. Si eso ocurre ahora es porque los jueces son enemigos de los acusados, y en este caso no hay tribunal ni hay justicia", bramó Palacios.
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El Senado destituyó a cinco de los seis magistrados. Se salvó únicamente Tomás Casares, estrechamente ligado a la jerarquía de la Iglesia Católica. Palacios, junto con otros dirigentes partidarios, fue detenido en dos oportunidades, la última, en 1953, durante varios meses, alojado en la desaparecida Penitenciaría Nacional. Cuando el presidente Perón hizo un llamado a la "conciliación nacional" en junio de 1955, luego del bárbaro bombardeo a Plaza de Mayo, permitió que Arturo Frondizi, máximo líder radical de entonces, transmitiera un mensaje por radio. Pero en cambio no autorizó a Palacios a hablar en nombre de su partido. Luego del derrocamiento de Perón en septiembre de 1955, el presidente de facto general Eduardo Lonardi designó a Palacios embajador en Uruguay, país que se había ganado el afecto de los antiperonistas al brindar asilo político a numerosos dirigentes de la oposición... El propio líder socialista se había refugiado en Montevideo en 1944, durante la dictadura militar que precedió al gobierno peronista.
Palacios fue recibido con honores especiales por el gobierno colegiado que entonces imperaba en Uruguay. Una multitud le dio la bienvenida en el puerto montevideano, adonde llegó a bordo de una nave de guerra argentina.
Este nombramiento de Palacios recibiría más tarde críticas de quienes consideraron su aceptación como una prueba del "gorilismo" de que acusaban al veterano dirigente. Pero es necesario tomar en cuenta el tenso clima político reinante en 1955, con casi la mitad del país ubicada en una dura oposición a Perón. El gesto de Palacios fue solamente el reflejo de semejante situación y del firme apoyo que había brindado, su partido al derrocamiento de Perón.
No hubo aspectos destacables durante la embajada de Palacios, cuya personalidad no se adecuaba para nada con los usos y normas de la diplomacia. Siguiendo una práctica austera de toda su vida, Palacios devolvió a la Cancillería el importe no gastado de sus sueldos de embajador. Siempre había depositado en la tesorería de su partido el 50% de sus dietas de legislador, como mandaban los reglamentos socialistas. También había donado invariablemente los sueldos que le correspondieron por sus cátedras y cargos universitarios.
En el último tramo de su vida, que concluyó el 20 de abril de 1965, a los 86 años, Palacios debió apurar el trago amargo de la división del Partido Socialista en 1958, poco después de haber sido el candidato presidencial de su agrupación, en los comicios en que triunfó Arturo Frondizi. Palacios se ubicó en la fracción de izquierda, con amplia mayoría juvenil, que pasó a denominarse Partido Socialista Argentino. En la vereda opuesta, en el Partido Socialista Democrático, quedaron algunos de sus compañeros de toda la vida, como Nicolás Repetto.
Al despedir sus restos en el Congreso, en nombre del presidente Arturo Illia, el ministro del Interior Juan Palmero lo definió como "un fiscal de la República, abogado de toda buena causa, defensor de los sedientos de justicia, los perseguidos, de los humildes. Muere en una austeridad que es casi pobreza, pero acuna en esta instancia de su tránsito, la riqueza que pocas veces conocen los poderosos: el afecto de todo un pueblo y la admiración de millones de compatriotas".
En homenaje a Palacios bien podría, reproducirse una frase de su admirado José Martí: "La muerte no es verdad, cuando se ha cumplido bien la obra de la vida".
Bibliografía:
La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista. Alfredo Palacios, entre el davel y la espada,
de Víctor O. Garcia Costa.
Qué es el Socialismo en la Argentina, de Alicia Moreau de Justo.
* PERIODISTA
La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista. Alfredo Palacios, entre el davel y la espada,
de Víctor O. Garcia Costa.
Qué es el Socialismo en la Argentina, de Alicia Moreau de Justo.
* PERIODISTA
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