Alfredo Palacios, el
primer diputado socialista electo en toda América, nació en Buenos
Aires el 10 de agosto de 1880, mientras Nicolás Avellaneda terminaba
su mandato y Julio A. Roca se preparaba para asumir el poder.
Era hijo natural de
Aurelio José Florencio Palacios Bustamente, en pareja con Ana Ramón
Beltrán, ambos uruguayos. Don Aurelio ya era un hombre destacado en
la política oriental cuando en 1854 se graduó como abogado en la
Universidad de Buenos Aires. Era propietario de campos en Santa Fe y
de una casa y un estudio de abogados en Buenos Aires que se fue
convirtiendo en la cita obligada para los uruguayos que pasaban por
la “Reina del Plata”. Don Aurelio tuvo diecinueve hijos: nueve
con Ana Ramón Beltrán, cinco con Dolores Almada y otros cinco con
quien fue su única esposa legítima, María Costa Smith, con quien
se casó cuando Alfredo no había cumplido dos años.
Doña Ana, la madre de
Alfredo, era una mujer muy religiosa y fue ella quien introdujo al
futuro dirigente socialista en la lectura de los Evangelios. Así lo
contaba Palacios: “En el socialismo me inició mi madre a los 11
años. Ella puso en mis manos el Nuevo Testamento, con el sermón de
la montaña, y llegó a apasionarme la figura de Jesús. Luego hice
mías las palabras del doctor Juan B. Justo, fundador del Partido
Socialista que decía: ‘Socialismo es la lucha en defensa y por la
elevación del pueblo trabajador que, guiado por la ciencia, tiende a
realizar una libre e inteligente sociedad humana basada sobre la
propiedad colectiva de los medios de producción, o sea la tierra,
las máquinas, los medios de transporte’.”
Mientras todavía se
sentían los efectos de la Revolución de 1890, que puso fin al
gobierno de Juárez Celman, Alfredo terminaba la primaria e ingresaba
al Colegio Nacional Central (actual Nacional Buenos Aires). En
septiembre de 1890, Don Aurelio Palacios, gravemente enfermo decidió
reconocer legalmente a todos sus hijos. Tres años más tarde moría
dejando a Ana Ramón Beltrán y a sus hijos en una grave situación
económica, lo que los llevó a mudarse a una casa de alquiler en
Charcas 4741, en el barrio de Palermo, donde Alfredo Palacios vivirá
hasta su muerte.
La influencia cristiana
impartida por su madre caló hondo en Alfredo que comenzó a
acercarse al Círculo de Obreros Católicos fundado por el cura
alemán Federico Grote.
En marzo de 1893, cuando
apenas tenía trece años Alfredo dirige el periódico La Juventud,
órgano del Centro Católico Pedro Goyena. Parecía que su vocación
se orientaba hacia el periodismo y, para ayudar a su madre, comenzó
a colaborar con El Diarito. Por su trabajo cobraba 40 pesos, veinte
de los cuales se los entregaba a su madre y los otros veinte los
usaba para comprar libros y financiar sus estudios.
En 1894 se produce la
primera aparición pública de Alfredo Palacios que fue destacada por
los diarios de la época: será uno de los oradores en el entierro de
uno de los pensadores y hombres de acción más notables del
catolicismo argentino: José Manuel Estrada.
En aquella ocasión
demostró su capacidad y calidad oratoria a tal punto que el propio
padre Grote le pidió que dictara cursos y hablara en las reuniones
con los obreros católicos. Pero el pensamiento del joven Palacios
estaba recibiendo ya las influencias de otras lecturas. Su
sensibilidad social lo estaba llevando a autores ateos, anarquistas y
socialistas, que también se dirigían a los pobres pero con otro
discurso, más combativo y que proponía la redención de los obreros
aquí en la tierra y no en el cielo. Estas lecturas comenzaron a
filtrarse en sus discursos en el Centro de Obreros Católicos y el
padre Grote lo reprendió llamándole la atención sobre términos y
conceptos que usaba frecuentemente que no respondían al pensamiento
católico. Alfredo se ofendió y nunca más volvió a frecuentar
aquellas instituciones y se atrevió a darle rienda suelta a un
anticlericalismo que ya se venía incubando en él.
En medio de este proceso
ideológico clave en su vida, allá por 1895 terminó su secundaria e
ingresó en la Facultad de Derecho de Buenos Aires.
En 1904 se produjo un
hecho trascendental. Ese año Alfredo Palacios fue electo diputado
por el barrio de La Boca, convirtiéndose de esa manera en el primer
legislador socialista de toda América. Un gran logro para aquel
letrado que había colocado en la puerta de su casa la siguiente
placa: “Abogado. Atiende gratis a los pobres”. Cuando presentó
su tesis doctoral, titulada “La Miseria en la República
Argentina”, los académicos de la Facultad de Derecho de entonces,
la rechazaron argumentado que contravenía el artículo 40 de la
Ordenanza General Universitaria, que prohibía atentar contra las
instituciones. Allí decía Palacios: “Sabiendo que nuestros
Gobiernos tienen por norma de conducta el despilfarro y que las
defraudaciones y los latrocinios se cometen a diario y quedan
impunes. (…) Que contesten esos suicidas morales que formando
círculos han rodeado a todos lo gobernantes para lucrar a la sombra
de las grandes empresas. Ellos son los responsables de la ruina del
país, ellos que han hecho levantar palacios con los dineros del
pueblo para habitarlos después de la catástrofe, encastillados en
su asqueroso egoísmo, o que con las arcas repletas desparraman a
manos llenas en el viejo Continente el oro que malversaron.” La
tesis concluía incitando a la lucha: “Nuestros obreros deben
unirse para la lucha, recoger las fuerzas dispersas que son
fácilmente derrotadas, producir un movimiento de concentración y
dar lugar por último a un todo orgánico, coherente y definido,
capaz de establecer combate con probabilidad de éxito.”1
El militante socialista
estrenará su banca de legislador con un vibrante discurso en contra
de la nefasta Ley de Residencia. Decía Palacios: “Pero, señor!,
si no hay una ley que castigue lo que no es un delito, si esa
propaganda anarquista todavía no tiene los caracteres que la hacen
punible, si todavía no ha adquirido esa forma externa a que se
refiere el señor Cané, ¿cómo es posible, entonces, que nosotros
sostengamos que se debe castigar? Es precisamente aquí en donde se
pone de manifiesto todo lo deleznable de la argumentación que ha
sostenido el señor ministro informante, cuando nos decía que no se
trata de una pena, siendo así que el señor Cané precisamente nos
prueba con su argumentación, que se trata de imponer una pena por
una ley de excepción. Estas incongruencias en que caen los hombres
que harto saben de leyes, vienen a poner de manifiesto, de una manera
que no permite la más leve duda, lo que he dicho antes de ahora: se
ha buscado un pretexto para matar las ideas. Pero ya sabemos que no
es posible detenerlas, que cuando aparecen en la forma en que se
presentan las ideas nuevas, cualesquiera que ellas sean, es claro que
todos los valladares, que todos los obstáculos, que todos los
inconvenientes que se opongan a su paso no han de hacer sino
acrecentar la ola cuyo empuje es cada vez mayor".2
Palacios llevará las
ideas socialistas al parlamento y logrará la aprobación de
importantes leyes como la del descanso dominical en 1907 y la ley de
la silla que obligaba a los patrones a disponer de una silla para el
descanso de los empleados de comercio.3 El diputado paquete Belisario
Roldán se quejaba del estilo de Palacios y sus seguidores: “Creo
que esa turba que a diario acompaña al señor diputado hasta las
puertas de esta casa, turba que suele honrarnos con sus silbidos y
que para algunos constituye la expresión misma de la soberanía
popular, no es otra cosa que la prolongación del despotismo
sectario… Creo que mi país debe seguir desarrollando… sin que
banderas rojas, que serán siempre trapos intrusos en su seno, turben
la augusta majestad de su marcha”. 4
En 1913 el Partido
Socialista denunció públicamente un escandaloso acto de corrupción
que involucraba a ministros y legisladores. Se trataba nada más ni
nada menos que de los exorbitantes sobreprecios pagados para la
construcción del edificio del Congreso de la Nación. El diputado
Alfredo Palacios logró que se conformara una comisión investigadora
que quedó integrada por el propio diputado socialista, por Lisandro
de la Torre, Julio Sánchez Viamonte, Francisco Oliver y Delfor Del
Valle. Palacios no se andaba con vueltas y declaró: “Aquí se ha
realizado un ‘Negotium’. Y conste que empleo esta palabra como
eufemismo, pues la verdadera calificación está en la conciencia y
en los labios de todo el pueblo…Necesitamos saber quiénes son los
delincuentes para aplicar el rigor de la Ley”. 5
La Comisión dirigida por
Palacios y De la Torre designó a dos peritos técnicos para que
averiguaran cómo había sido posible que de un presupuesto original
de $ 5.776.746,45 moneda nacional, se pasara a 25.117.745,35 en
apenas siete años, en épocas de muy baja inflación. Los técnicos
nombrados por la comisión, ingenieros Miguel Estrada y Jorge
Dobranich, concluyeron que las irregularidades eran indisimulables.
De la Torre, en poder del lapidario informe pidió que se
suspendieran los pagos a las empresas contratistas, ya que se pudo
constatar que la cuadruplicación de costos entre el presupuesto
original y el final se debía a irregularidades atribuibles a la
estrecha relación de las empresas y funcionarios gubernamentales.
Decía Lisandro en su dictamen de Comisión: “El Palacio del
Congreso no ha sido ni certificado por la Dirección de Arquitectura
ni por los Inspectores ni por persona alguna que haya representado
los intereses de la nación; ha sido medido y certificado por el
empresario mismo de acuerdo a sus conveniencias. El Ministerio de
Obras públicas mandaba pagar los certificados: ésa era toda su
misión.”6
El diputado Palacios
aportó un invalorable documento, el 31 de diciembre de 1907,
dirigido al Ministerio de Obras Públicas por el contratista, donde
abriendo el paraguas decía: “Las mediciones se llevan con extrema
exactitud y forman en la actualidad un conjunto de más de 30
volúmenes con sus correspondientes planos, lo que permite a
cualquier técnico y en cualquier tiempo darse cuenta de los métodos
seguidos, de la corrección de las medidas y de la aplicación de los
precios unitarios”7. En pocas palabras el contratista se decía a
sí mismo y le decía al Ministro que había hechos las cosas bien y
que podían seguir gozando para siempre de la deliciosa impunidad.
Pero ahí no terminaba la cosa. Uno de los contratistas llamado a
declarar dijo sin ruborizarse, según consta en la versión
taquigráfica del 14 de septiembre de 1914: “…que si él va a
medir una cosa y de un extremo se le tira la cinta, tiene que haber
enormes diferencias”. Todos nos imaginamos quienes tiraban de la
cinta de hacer dinero. Finalmente el empresario hizo uso de la
“Obediencia Debida” declarando ante los parlamentarios: “que
carecía en absoluto de atribuciones y que siempre procedió como un
soldado obedeciendo las instrucciones de sus superiores.”8
La comisión envió todos
los elementos de juicio al Poder Ejecutivo, que no hizo nada al
respecto salvo pagarle puntualmente a los contratistas denunciados
por Palacios y De la Torre.
Por querer batirse a
duelo, cosa que estaba expresamente prohibida en el estatuto
partidario que lo consideraba un vicio burgués, en 1915 Palacios fue
expulsado del Partido Socialista. Su reacción fue inmediata:
renunció a su banca de diputado nacional y fundó el Partido
Socialista Argentino, por el que se presentó a las elecciones
legislativas de 1916 y 1918 pero fue derrotado por los radicales.
Durante la presidencia de
Hipólito Yrigoyen, Palacios concentra su mayor actividad en la vida
universitaria y en comprometerse con las distintas situaciones
latinoamericanas. En 1915 fue designado profesor de Legislación
Industrial en la facultad de Ciencias Económicas de la UBA.
En 1918 apoyó
entusiastamente el movimiento a favor de la reforma universitaria que
estalló en Córdoba y en ese mismo año fue electo consejero de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA, donde en marzo de
1919 creará la cátedra de Legislación del Trabajo y de Seguridad
Social, fruto de esta tarea es su obra El nuevo Derecho, editada en
1920.
Palacios, fue designado
“Maestro de América” por el Congreso de Estudiantes
Latinoamericanos, reunido en Lima que reconocía en él a uno de los
difusores del movimiento reformista en los países latinoamericanos.
Su especialidad es
reconocida internacionalmente. La Oficina Internacional del Trabajo
le encarga un estudio sobre “la fatiga y sus proyecciones sociales”
y para ello, Palacios recurre a expertos e instala el laboratorio en
los Talleres del Estado, situados en el Riachuelo, y durante el mes
de julio de 1921 estudia a los trabajadores in situ. Sus conclusiones
son terminantes y asestan un duro golpe al taylorismo: concluye
diciendo que a medida que avanza la extensa jornada laboral, el
rendimiento de los obreros decae y la fatiga llega a la extenuación
si no se realizan medidas tendientes a fomentar los descansos.
En 1922 es elegido por
profesores y alumnos decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y
Sociales de la Universidad de La Plata.
Durante 1923 realiza una
gira por América Latina: viaja a Uruguay, Brasil, México, Panamá,
Perú y Bolivia; y es designado miembro honorario de las
universidades de Mérida, Lima, Arequipa, Cuzco, y La Paz.
El 25 de noviembre de
1924 lanza su Mensaje a la juventud iberoamericana, en el que propone
la renovación educativa, la elaboración de una nueva cultura y
federación de los pueblos iberoamericanos. Desde México, en 1925 el
primer Congreso Iberoamericano de Estudiantes lo declara “Maestro
de la Juventud”, junto a otros intelectuales. Ese mismo año se
funda la Unión Latinoamericana que lo nombra presidente. Su posición
sobre América Latina es clara: rechaza la intromisión
estadounidense en territorio mexicano de 1925 y la política
intervencionista en Panamá y Nicaragua. En 1926 se pronuncia contra
la enmienda Platt (por la cual EE.UU. se arroga el derecho de vetar a
los candidatos a presidentes de Cuba) y condena la tercera invasión
de EE.UU. a Nicaragua.
De regreso a Buenos
Aires, continúa con su prédica, conferencias y clases
universitarias. En 1928, muere Juan B. Justo, de quien está
distanciado desde hace doce años. Sin embargo, da un caluroso
discurso de despedida de sus restos. Cada acción, cada acto de
Palacios, es acompañado por una multitud de gente que le expresa su
admiración.
En 1928 se opone al
panamericanismo (impulsado por EE.UU.) y en nombre de la Unión
Latinoamericana envía un fervoroso mensaje de adhesión a la lucha
nicaragüense de Augusto César Sandino por su noble causa.
En 1930 en su obra
publicada en España Nuestra América y el imperialismo yanqui,
condena las intervenciones a los países centroamericanos y el
Caribe. A fines de julio del 30 es elegido decano de la Facultad de
Derecho. Palacios se dirige a los estudiantes que han sido
maltratados por la policía y si bien es contrario al gobierno de
Yrigoyen, se pronuncia contra el golpe de José Félix Uriburu. Dijo
entonces: “Es, en efecto, un gobierno inepto el de nuestro país,
pero la juventud debe fiscalizar celosamente a la oposición, que no
siempre es digna y detrás de la cual se agazapa el ejército. La
juventud no podrá honrosamente llamarse así si permitiera, sin que
la masacren, que gobernara el país una dictadura militar. En mi
carácter de de decano de esta casa de estudios, declaro que si se
constituye una junta militar, dictaré en el acto un decreto
repudiándola y desconociéndola, e incitando a la juventud a que se
prepare a derrocarla, aún con el sacrificio de sus vidas.”
Durante la Década Infame
La dictadura de Uriburu,
apoyada por los grupos de derecha que actuaron contra Yrigoyen,
pretende instalar un régimen corporativo. Esta es una de las razones
por las cuales acepta volver al Partido Socialista, que venía
insistiendo desde 1927 con su reincorporación. La dictadura militar
lo detiene por sus actos políticos y lo traslada a la Penitenciaría
Nacional.
Luego, por su enorme
prestigio, es designado candidato a senador por la capital junto a
Mario Bravo. La fórmula de la Alianza Civil, formada por el Partido
Demócrata Progresista y el Partido Socialista, está integrada por
el binomio Lisandro de la Torre – Nicolás Repetto.
En enero de 1931 estalla
la sublevación radical del teniente coronel Gregorio Pomar, muchos
dirigentes radicales son encarcelados, entre ellos Marcelo T. de
Alvear. Palacios, Carlés y Gondra son sus defensores. Alvear es
confinado en Martín García en virtud del artículo 23 de la
Constitución Nacional. Palacios corrige una interpretación del
artículo y Alvear queda en libertad. Luego insistirá en el Congreso
con esa corrección.
Durante la campaña
electoral, Palacios se salva de la muerte al ser baleado mientras
habla en un acto de la localidad de Bragado. Proscritos los
radicales, la Alianza Civil obtiene el segundo puesto, pero Palacios
y Bravo triunfan en Buenos Aires e ingresan al Senado. Palacios
desconoce la autoridad de Uriburu y denuncia la existencia de
detenidos políticos y gremiales en las cárceles y las torturas
inflingidas durante la dictadura; por lo cual se enfrenta a Sánchez
Sorondo que fuera ministro del Interior de Uriburu.
Palacios ejerce el cargo
de senador hasta 1935 porque, según el sorteo, su mandato duraba
tres años, pero es reelecto. Durante su período legislativo
preside la Comisión administradora de la Biblioteca del Congreso
desde la que impulsa el aumento del acervo bibliográfico. En este
prolongado período presenta 494 proyectos legislativos sobre la
defensa de los trabajadores, de las mujeres y los niños, del
patrimonio nacional y de la soberanía nacional.
Publica Las Islas
Malvinas, archipiélago argentino y promueve la sanción de la ley
11.904 por la cual se conoce públicamente la historia de las islas.
Insiste con el tema en 1936, 1939 y más adelante en 1961 y 1964.
En 1937, costeado de su
propio dinero, Palacios recorre Santiago del Estero, Salta, Tucumán
y Jujuy. Se contacta con Salvador Mazza -que trabaja sobre el mal de
Chagas-, quien le entrega un informe sobre la grave situación
sanitaria de la región y las necesidades de tener viviendas dignas,
y Palacios presenta en el Senado su Plan Sanitario y Educativo de
Protección a los Niños. En 1938 presenta el proyecto de ley de voto
femenino, que no es siquiera tratado en su momento y que luego el
peronismo convertirá en ley en 1947.
Palacios intervino
activamente en el escándalo por la compra de tierras para el
ejército de El Palomar.
En 1942, recorre el
Noroeste y hace suya la frase “hemos condenado a la montonera sin
oírla”; denuncia las enfermedades de la pobreza como el bocio
endémico, la fiebre ondulante, el paludismo y mal de Chagas.
Desde el Senado luchó
contra el monopolio del transporte, por la nacionalización del
petróleo, de los ferrocarriles y de la tierra y denunció la
penetración extranjera. Defendió al periodista José Luis Torres,
autor del término “década infame” y quien le aportó las
pruebas del negociado de El Palomar, y denunció los negocios non
sanctos del grupo Bemberg.
En 1941 había sido
elegido presidente de la Universidad de La Plata y desde donde
promueve la creación del Instituto de Teatro de la Universidad y en
el ’43 crea el Instituto Iberoamericano de la Universidad Nacional
de La Plata que contará con biblioteca, hemeroteca, museo de arte,
discoteca, archivo musical, cinemateca y servicios de información
bibliográfica. Proyecto que se interrumpe con la renuncia de
Palacios y la intervención de la universidad durante la revolución
del ’43.
El golpe de Estado de
1943 encuentra a la CGT divida en dos: La CGT Nº 1 liderada por
Domenech y la CGT Nº 2 con Pérez Leirós. El partido socialista no
puede evitar la fragmentación del movimiento sindical que queda
representado en 5 sectores: ambas CGT, la USA (Unión Sindical
Argentina), la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) de
orientación anarquista y las organizaciones independientes.
Perón se hace cargo del
Departamento Nacional del Trabajo, que convierte en Secretaría y
desde allí emprende el acercamiento con el movimiento obrero.
Interviene los sindicatos que no lo aceptan y crea gremios paralelos
a los ya existentes. La CGT de Domenech, llama “el primer
trabajador” a Perón y adhiere a su política.
En disidencia con la
nueva situación Palacios renunció a su cargo de presidente de la
UNLP y a todas sus cátedras. A los pocos días recibe la adhesión
de profesores universitarios de EE.UU. -entre ellos Albert Einstein-
y, harto de la persecución policial se exilia en Montevideo.
Junto a varios exiliados,
refundan la Asociación de Mayo, difunden su programa por radio Carve
y editan periódicos: Urquiza despierta, La voz de Mayo, El Himno
Nacional, Pueblo argentino, y Voz argentina. A diferencia de los
exiliados antirrosistas, Palacios se opone a cualquier tipo de
sanciones o intervenciones internacionales contra la Argentina. Su
problema es con el gobierno no con el país.
Regresa en 1945 para
trabajar en la campaña de la Unión Democrática. En sus discursos
públicos Palacios se niega a reconocer los avances producidos por
Perón desde la Secretaría y el estado económico de las finanzas
argentinas. Habla de una Argentina que describe más la década del
’30 que la coyuntura del ’45. Califica a Perón como un
“fascista”. Centra su discurso en el reclamo de libertad y
respeto a la Constitución Nacional y sigue describiendo al país
como “agro-exportador” con una clase obrera “sometida”.
En aquel contexto asumió
la defensa del Presidente de la Corte Suprema de Justicia, doctor
Antonio Sagarna, que ha puesto trabas a la legislación laboral
impulsada por Perón, la misma por la cual Palacios había luchado
tantos años. Perón se defiende diciendo que “no ha hecho otra
cosa que ejecutar lo que los socialistas pensaron y dijeron”.
Durante el gobierno
peronista, el Partido Socialista es atacado en actos, baleado por la
Alianza Libertadora Nacionalista, que cuenta con el absoluto amparo
de la policía. Palacios sostiene que actúan dominados por “la
obsesión de los totalitarios: que no haya adversarios”. Para
Palacios, Perón no es su enemigo sino un adversario; reconoce en
Perón a un “distinguido técnico militar” pero no a un
estadista. Perón, por su parte, decía que Palacios era un payaso;
cuando intentaron acercarlos algunos dirigentes, Palacios les dijo:
“Dígale a Perón que este payaso no trabaja en ese circo”.
En cambio, el dirigente
socialista respeta críticamente a Eva Perón. Rechaza las críticas
hacia su conducta o su origen y sostiene que Perón la utiliza ante
las masas.
Tras el fallido golpe de
Menéndez, en septiembre de 1951, Palacios fue detenido junto a otros
dirigentes opositores. El decreto 19.376 y su ratificación por la
ley 14.062, imponen el estado de guerra interno. Palacios y otros
presos son puestos a disposición del Poder Ejecutivo. Sus recursos
de amparo son rechazados. La prisión de Palacios, por ser un
personaje de enorme fama, es un poco más relajada que la del duro
régimen que sufren los otros presos políticos. En 1953, estando
detenido en la Comisaría 23, cercana a su casa, atiende desde el
escritorio del subcomisario a quienes llegan a visitarlo. El 25 de
mayo es trasladado a la Penitenciaría Nacional de avenida Las Heras.
Permanece allí hasta julio del ’53. Cuando recupera su libertad,
visita a los detenidos regularmente. El Partido Socialista decide no
concurrir a elecciones en 1954 bajo el lema “sin libertad, todo es
fraude” y Palacios explica la postura en un acto en Plaza
Constitución en marzo del ’54. También repudia a través de su
Mensaje a los jóvenes de Iberoamérica, la invasión estadounidense
a Guatemala y la caída del presidente Jacobo Arbenz, en junio de ese
año. En ese mismo año, publica La justicia social, obra que
sintetiza su lucha obrera.
Tras los sucesos del 16
de junio de 1955, en el que la Marina bombardeó la Plaza de Mayo
causando unos 360 muertos, Perón convoca a la pacificación nacional
y ofrece a los partidos opositores que expongan su pensamiento por
radio. El 1º de julio le debió tocar al Partido Socialista. Pero
cinco días antes le comunica que la Oficina de Radiodifusión del
Ministerio de Comunicaciones no permite la transmisión radial del
discurso de Palacios y Repetto se niega a hablar en repudio.
Producido el golpe, el
Partido Socialista enfrenta una nueva ruptura entre la línea dura
pro golpista manejada por Américo Ghioldi y los que formarán el PSA
con Palacios y Alicia Moreau.
El presidente de facto
Lonardi lo designa embajador en la República Oriental del Uruguay.
Palacios se propone, según decía, ser embajador del pueblo
argentino y no de un gobierno. No cumplió las reglas del protocolo
de la Cancillería y se manejó libremente: rindió homenaje a
Artigas, encargó un monumento al caudillo oriental al escultor
uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín para emplazarlo en Buenos
Aires. Cuando cayó Lonardi, renunció porque no estaba de acuerdo
con la creación del Consejo Militar Revolucionario, pero continuó
en su cargo de embajador por pedido de Aramburu. En sus constantes
viajes a Buenos Aires, dirige mensajes a los jóvenes, a los
trabajadores y a la oficialidad del ejército.
Cuando se producen los
fusilamientos del ’56, Palacios reclamó por el cese de las
ejecuciones de civiles y militares y se opuso a la pena de muerte. El
partido se rompe por las distintas posiciones sobre qué tipo de
apoyo dar a la “revolución libertadora”. Alicia Moreau es
desplazada de la dirección de La Vanguardia por Ghioldi, y Palacios
que sigue en la embajada, decide no poner la bandera a media asta ni
dejar de trabajar por la muerte del dictador de Nicaragua Anastasio
Somoza. Sus enemigos llaman a su desempeño en la embajada
“embajoda”, pero Palacios logra restablecer relaciones
fraternales con Uruguay e impulsa la creación de la ciudadanía
latinoamericana y el pasaporte único entre los dos países. Palacios
vivía austeramente. Siempre entregó el 50% de su sueldo al Partido
Socialista, como lo estipulaba el estatuto partidario.
En abril de 1957 renunció
finalmente a su cargo de embajador mientras la dictadura
autodenominada “Revolución Libertadora” convocaba a elecciones
para una Convención Nacional Constituyente que se proponía anular
la Constitución peronista de 1949. Los votos en blanco del
peronismo proscripto obtienen un simbólico primer puesto, el segundo
lugar lo ocupa la UCR del Pueblo liderada por Balbín, el tercero la
UCR Intransigente de Arturo Frondizi y el cuatro lugar le corresponde
al Partido Socialista y obtiene 12 convencionales: 7 por Capital, 4
por Buenos Aires, y 1 por Chaco. Pese a la fisura, el Partido
Socialista va a Santa Fe donde se reúne la convención desde el 30
de agosto al 14 de noviembre de 1957. Palacios defiende los derechos
de los trabajadores, se opone a los métodos represivos de Aramburu y
critica duramente a Alende y la UCRI que se retiran de la convención
porque ya está en marcha el pacto Frondizi-Perón.
En las elecciones del 23
de febrero del ’58, tras una serie de ardides el PS aprueba la
fórmula Palacios-Sánchez Viamonte y se convierte por primera vez,
en candidato a presidente; también es candidato a senador por la
Capital.
Durante la campaña
electoral viaja a Chubut, a Mar del Plata, y otros sitios. Ocupan el
cuarto lugar en la elección que gana Frondizi, con los votos
peronistas. El 10 de julio del ’58 en el XLIV (44) Congreso del
partido, se dividen entre PSA y PSD (Argentino y Democrático
respectivamente). La Vanguardia y la mayoría de los locales
partidarios quedan para el PSA y el PSD crea el periódico
Afirmación.
Palacios se embarca en el
Movimiento en Defensa del Petróleo Argentino contra los contratos
petroleros de Frondizi. El 20 y 21 de noviembre se modifica la carta
orgánica y se acepta la ruptura definitiva del Partido Socialista.
Palacios arremete contra
la política de Frondizi sobre la impuesta ley marcial y le recrimina
que su argumentación en defensa del orden es sólo para acallar
obreros: “es el orden de las piedras para realizar la entrega del
petróleo a la voracidad de los consorcios imperialistas”.
Profundizará más su crítica en enero del ’59 por la vigencia del
estado de sitio, la ley 14.234 de organización de la Nación para
tiempo de guerra pero aplicable en tiempos de paz, las modificaciones
al Código Penal y el Plan Conintes, de “conmoción interna”.
Palacios denuncia que las cárceles están llenas de trabajadores.
Muchos de los cuales fueron sometidos a vejaciones: ferroviarios,
obreros del frigorífico Lisandro de la Torre, petroleros, bancarios.
La Vanguardia publica la nómina de los cientos de presos políticos
y gremiales y reclama su libertad. Por ese estado de guerra, Palacios
renuncia a su candidatura a diputado para las elecciones del 27 de
marzo de 1960.
Mientras tanto preside el
Congreso Nacional del Derecho del Trabajo organizado por la
Universidad de Tucumán y viaja a Cuba y adhiere a la Revolución
Cubana que está en marcha. Pese a su adhesión “formal”, en el
PSA hay clima de ruptura porque defienden la línea de acción cubana
a la que Palacios y Alicia Moreau se oponen. No obstante las
disidencias, el PSA designa a Palacios candidato a senador para las
elecciones del 5 de febrero de 1961 y triunfa. Lo primero que hace es
visitar a los presos políticos y gremiales. El 20 de mayo de 1961,
revólver en mano, Palacios secuestra una picana eléctrica empleada
por la policía de San Martín. Días antes, había interpelado al
ministro del Interior de Frondizi, Alfredo Vítolo por la ley
marcial, las torturas policiales, las proscripciones políticas y los
presos.
Su labor en el Senado es
importante; presenta 15 proyectos de ley sobre amnistía a los que
cometieron “delitos” políticos, gremiales y de opinión;
derogación de la ley 13.234, levantamiento del estado de sitio,
intervención a Salta y levantamiento de la intervención a varias
provincias; creación del Seguro Nacional de Maternidad; y otros.
Cuando en marzo del ’62 triunfa el peronismo, sostiene que debe
entregarse el gobierno a los triunfadores y que las Fuerzas Armadas
no deben intervenir. Tras el golpe, pedirá la liberación de
Frondizi y desconoce el nuevo gobierno de Guido.
Es designado profesor
emérito por el rector de la UBA Risieri Frondizi, en julio del ’62
y se opone al enfrentamiento militar de Azules y Colorados repudiando
que hayan olvidado sus fines específicos.
En abril de ’63, es
elegido candidato a diputado nacional por el PSA. Realiza su tarea de
legislador desde su casa, con su biblioteca y aun es fructífera:
presenta 82 acciones; su último proyecto es presentado el 1º de
diciembre de 1964, es la declaración de interés nacional de las
investigaciones de causas de mortalidad infantil y creación del
Instituto Nacional de Investigaciones Pediátricas. Antes, se había
dirigido al presidente Illia para que, en la reunión de cancilleres
de la OEA, la Argentina no votara las sanciones a Cuba defendiendo el
principio de autodeterminación de los pueblos y la no intervención.
Finalmente, el más
argentino de los socialistas, el eterno don Juan y el más ególatra
de los políticos del siglo XX (en el XIX Sarmiento lleva la
delantera) fallece el 20 de abril de 1965, cuando todavía era
diputado nacional.
Felipe Pigna
Historiador
1 Víctor García Costa,
Alfredo Palacios, Buenos Aires, CEAL, 1971
2 Homenaje a Alfredo
Palacios, Buenos Aires, Editorial Círculo de Legisladores de la
Nación Argentina, 1998
3 Ambas leyes pioneras
rigieron en la Argentina hasta la nefasta década infame Menem-De la
Rúa y sus respectivas reformas laborales.
4 Víctor García Costa,
op. cit.
5 Alfredo Palacios, La
Justicia Social, Buenos Aires, Claridad, 1954
6 Idem
7 Idem
8 Idem
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