sino entender y nombrar los lugares desde donde sus demandas
o su vida cotidiana
entran en conflicto con los otros”
Nestor G. Clancini
¿Por qué los jóvenes podrían votar desde los 16 años? La
pregunta debería ser, en realidad, ¿y por qué no? Nos resulta difícil
comprender las razones para negarles a algunos (los jóvenes de entre 16 y 18
años), los derechos que otros (los mayores de 18 años) tienen. Nuestro punto de
partida pasa por entender que este tipo de propuestas ponen en discusión qué
modelo de democracia y sociedad queremos, y que la misma debe exceder meras
coyunturas electorales. No podemos empezar aduciendo la conveniencia electoral
que ciertos sectores políticos tienen a la hora de impulsar esta iniciativa, y
pretender rechazarla de plano por idénticas razones.
En los últimos días hemos escuchado argumentos en contra de
dicha iniciativa, como los que plantean que las y los jóvenes de entre 16 y 18
años no estamos lo suficientemente formados e informados, y que por tal motivo
no contamos con la capacidad para ejercer “con responsabilidad” el derecho a
elegir a nuestros representantes. Resulta curioso que ciertas voces sólo se acuerden
de nuestra juventud para descalificarla y negarles la posibilidad ejercer un
derecho, en lugar de bregar por el acceso universal a una educación de calidad,
que favorezca la construcción de ciudadanía, o de cuestionarse qué rol cumplen
en este proceso el Estado, los partidos políticos, las instituciones
educativas.
Tal vez la discusión de fondo, la que muchos jóvenes nos
atrevemos a dar, es que nuestra democracia exige ser pensada a partir de una
base social más amplia, a través de procesos que involucren a grupos y sectores
que, ya sea en las leyes o en los hechos, se encuentran hoy excluidos de la
representación. Hablamos de un aumento en la calidad y la intensidad de nuestra
democracia, y por eso destacamos el impacto social que esta medida tendría respecto
de las concepciones que como país tenemos sobre las y los jóvenes. Empezar a
pensarnos como sujetos de derecho, y activos participantes en la vida política.
Y herramientas como esta, tienen un claro sentido de promoción de ciudadanía y
fomento de la participación.
Es importante que como juventud tratemos de despojarnos de
ciertas concepciones estigmatizantes que intentan ponernos en el lugar de
incapaces o vulnerables, y empezar a reconocernos como “vulnerabilizados”, o
sea, transformados en vulnerables por las condiciones en que hemos sido
puestos. Y en este sentido tampoco podemos realizar un análisis serio sobre
este tema obviando contextos o dejando de señalar ciertas carencias. Está claro
que no todos las/os jóvenes manifiestan hoy en día un interés por la política,
ni todos cuentan con un mismo capital cultural-educativo, e inclusive muchos
-como decíamos anteriormente- se encuentran en situación de alta vulnerabilidad
social. Pero igual de cierto es que hoy, a esa misma edad, se nos permite emanciparnos,
tener un trabajo (con la consecuente obligación de tributar), contamos con un
régimen penal diferenciado, estudiamos, etc. Y si vamos al caso, analizando las
carencias previamente desarrolladas, bien podríamos trasladar esa misma
realidad desigual para con los adultos que hoy cuentan con el derecho a
sufragar, quienes terminan teniendo las mismas dificultades y limitaciones que
los llevan a tener las más variadas
motivaciones a la hora de votar.
Hay quienes esgrimen que las/os jóvenes entre 16 y 18 años
deberíamos cumplir con ciertas “obligaciones”, en caso de que pasemos a contar
con el derecho optativo al voto. Los discursos en referencia a la edad de
imputabilidad, por ejemplo, se reproducen de tal manera que pareciera un
requisito a pagar ante la posibilidad de ampliar nuestros derechos. Creemos que
los planteos hegemónicos niegan la diversidad y complejidad que implica el ser
joven: se deja en segundo plano el hecho de que muchas veces somos las
principales víctimas de la represión policial, o la mano de obra barata del
sistema laboral; y que nuestra franja etaria es la que cuenta con los índices
más altos de pobreza, exclusión y
muertes violentas. Sin embargo, la cara de la moneda que reflejan los medios
masivos de comunicación es la de una juventud que transcurre su vida sin
mayores sobresaltos, asociada a la despreocupación por lo colectivo y por la
vida política.
Hoy existen las más variadas experiencias en el mundo
(España, Suiza), en Latinoamérica (Brasil es un caso, el Frente Amplio de
Uruguay en sus elecciones internas permitió votar a sus afiliados a partir de
los 14 años) y en nuestro país (implementado a nivel Municipal por las ciudades de Córdoba, Colonia Caroya,
y Zapala, para elegir intendente y concejales) que avalan este derecho.
Creemos que las/os jóvenes entre 16 y 18 años debemos tener
la opción de poder elegir a quienes nos representan. Consideramos necesario que
nuestras demandas sean escuchadas, y ser parte activa en todos los procesos de
debate, diagnóstico y soluciones. Queremos que se abran foros, audiencias y
asambleas en las podamos volcar las diferentes visiones que la juventud pueda
tener sobre este proyecto, ya que si hay algo que podemos criticar es que no se
haya abierto el debate aún más, para que sean las juventudes las reales
protagonistas en la concreción de esta nueva conquista. Queremos que esta
medida venga acompañada de políticas públicas que combatan las situaciones de
vulnerabilidad a las que en más de una oportunidad estamos expuestos. Que se
promuevan modelos de organización política en escuelas secundarias y
terciarias. Desde la
Juventud Socialista queremos, en definitiva, que los
compromisos asumidos en materia de derechos humanos por nuestro país
(Convención de Derechos del Niño, Directrices de RIAD, etc.) sean el derecho y
no el revés de nuestra historia.
Jóvenes Socialistas
Ciudad de Santa Fe
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