
No se han hecho ni un tajito los
generales y coroneles argentinos que habían prometido derramar hasta
la última gota de sangre. Quienes declararon la guerra no estuvieron
en ella ni de visita. Para que la bandera argentina flameara en estos
hielos, causa justa en manos injustas, los altos mandos enviaron al
matadero a los muchachitos enganchados por el servicio militar
obligatorio, que más murieron de frío que de bala.
No les tiembla el pulso: con mano
segura firman la rendición los violadores de mujeres atadas, los
verdugos de obreros desarmados.
(Eduardo Galeano - Fragmento de su
libro Memoria del Fuego, 1986)
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